Amor comunista

3 de marzo 2008

Yo tuve un novio comunista.

Le dejé por posesivo.

Composición nocturna con Playa y Esquimal 1

2 de febrero 2009

Él era un frío esquimal, ella una cálida playa.

Dicen que los polos opuestos siempre se atrajeron.

Consulta

31 de enero 2009

No sabía qué más contarle a su psicólogo para mantener aquellos encuentros, dos por semana, a su consulta. Inventaba nuevos acontecimientos, alargaba tramas y simulaba recesiones en los avances.

Podía haberle contado la verdad, que se había enamorado perdidamente de su psicoanalista. Pero tenía miedo de curarse.

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Cóctel

28 de enero 2009

Él tomaba Chardonay, ella margaritas con ginebra. No eran las únicas cosas que los diferenciaban, sin embargo, lo intentaron.

El coronel Meyer

26 de enero 2009

Todos los errores tienen un principio; aunque no seamos capace de darnos cuenta hasta mucho más tarde. Siempre hay algo que te avisa. En su caso fue el primer beso, que le supo agrio. Y no es una metáfora, el beso le supo realmente a leche cortada. Podría esperarse que aquello le produjese una repulsa, pero no. En los vestuarios, después de casi un año detrás de ella, el olor salvaje a estrógeno le hizo cerrar los ojos y, ahora si metafóricamente,  fundirse en un largo beso.

Habían pasado casi quince años de aquello. Quince años, dos hijos, una casa de ladrillo blanco y porche de madera y un perro llamado Pottecher. El tintineo de estómago de aquel primer beso se convirtió en poco tiempo en un pellizco insoportable.

Ahora no podía dejar de reír. Firmaba el acuerdo de separación: custodia compartida, nada de pensiones de manutención, separación de bienes y espera de liquidación de los comunes. No era el momento para que le entrase aquella risa tonta, pero no podía resistirlo. Los dos abogados, el suyo y el de su mujer, le miraban como creyendo haberse perdido algo. Sólo faltaba una firma, pero su cabeza estaba en otro sitio. De repente había recordado  aquella frase que tantas veces escuchó decir al coronel Meyer: el mayor error de su vida había sido hacer la mili.

Antipódico

3 de enero 2008

Su amor era antipódico. Intentaron distanciarse pero les fue imposible.

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Detrás de mí, encima de mí, al lado mío

18 de diciembre 2008

En la lengua culta debe evitarse el uso de adverbios como cerca, detrás, delante, debajo, dentro, encima, enfrente con adjetivos posesivos; así pues, no debe decirse detrás mío, encima suya, etc., sino detrás de mí, encima de él,  etc.

Estuvo media vida buscándola, convenciéndola para que le ofreciera una oportunidad de demostrale que él era el hombre que debería amar el resto de su vida. Ocurrió en una noche que no era primavera, que no había luna llena, ni flores en la mesilla. Al llegar la mañana desayunaron futuro.

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Correspondencia

14 de diciembre 2008

Estimada señora, luz de mis días,

Espero que al recibo de la presente me haya concedido el don de recibirme . Si no es así, me conformo tan sólo el placer de sentirme palabra en sus labios. Disculpe el atrevimiento de escribirle cada día pero no puedo luchar contra su recuerdo.

Quiero tan sólo recordarle una vez más que aquí yace un caballero que moriría sin pensarlo a sus pies.

Atento,

Miguel Amor.

 

Querida amada,

Suelo cada noche que me recibe en sus brazos mientras una fragancia eterna nos envuelve, nos arropa y eleva hacia las nubes. Muero cada mañana al descubrir que sólo fue un sueño. La añoro, la extraño y este agujero que crece en mi pecho la espera eternamente. Es pleno mi gozo solo sabiendo que me recibe cada día en su alcoba y que sus finas manos acarician estas palabras que ahora mismo escribo.

Suyo por siempre,

Miguel Amor

 

Mi amada amor,

Son muchos los días que pasan sin recibir de usted un ligero gesto que confirme que recibe mi correspondencia. No ya busco que me reciba, que tamaña osadía no es mi anhelo, sino tan sólo que deje una señal para sólo saber que me sigue, me lee y mantiene mi sueño de ser algún día plenamente suyo. Espero no haberla incomodado con ninguno de mis envíos, pues no era mi intención.

Espero ansioso saber algo del sueño de mi vida.
Afectuosamente

Miguel Amor.

 

Estimado don Miguel,

Ya que mis apercibimientos orales no surten efecto utilizo este medio epistolar del que usted es tan dado. Le pido encarecidamente que deje de acosar a la nueva compañera doña Rosita con sus cartas.  Como deberia saber, y si no yo le recuerdo, la señora necesita de cuidados en estos momentos y no está para juegos amatorios.  De paso le refresco que esta es una residencia geriátrica que, si bien, favorecemos el compañerismo y la buena relación entre todos los huéspedes no vemos con buenos ojos este tipo de juegos. Le ruego ceje en su empeño o nos veremos obligados a hablar con su hijo como la última vez.

Atentamente,

La dirección del centro.

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La gran feladora

28 de noviembre 2008

No se por qué lo he hecho, pero no pude resistirme. Aborrezco el sabor de la sangre pero era justo el momento. Estaba totalmente empalmado, a punto de correrse como otras veces, emitiendo esos pequeños gemiditos que hacen los tíos cuando les practicas una felación; la respiración entrecortada, los ojos cerrados, y, sin saber bien cómo, apreté con todas mis fuerzas los dientes atrapando su pene con rabia. Joder, pensé que me lo podía tragar. Y entonces él se sacudió y sentí el sabor dulzón de su sangre; una mezcla de sangre y líquido seminal. Paré. Pude seguir mordiendo, porque era una presa fácil, hasta arrancar ese trozo de carne que de repente había perdido su fuerza. Peró abrí la boca, de repente, y empecé a escupir. Samuel estaba como loco, gritaba y se retorcía en el sofá. Me gusta hacerlo en el sofá rojo del salón; a veces mientras él ve la tele yo me tiro al suelo y empiezo a subir por sus piernas con una sonrisa pícara; él ya sabe dónde voy así que se desabrocha el cinturón de chapas y, como si no se diera cuenta, continúa viendo la tele. Me gusta cuando están pasando algún partido de la SuperBowl, porque es cuando más tarda en correrse, y a veces, cuando su equipo va rematadamente mal ni se empalma y tengo que concentrarme mucho. Y eso me encanta. Porque soy la mejor chupadora del mundo; eso me dice Samuel. Y me lo han dicho también otros antes. Aunque Samuel es distinto; los otros no me dejaban que les mordiese. Samuel sí, dice que le pone que lo haga justo antes de irse, que le pone mucho más, saber que el dolor está por llegar y el placer le acompaña. Soy una feladora de vicio, me dice.

Pero hoy no me ha dicho eso. Estaba como loco retorciéndose en el sillón rojo de skay, mientras me decía que estaba loca, que era una puta mierda, que la había jodido. ¡La has jodido tía, estás loca, puta!. ¿Qué te crees? Nunca me había dicho eso, parecía otro. Luego vinieron los de urgencias y le hicieron una cura. Y él no dijo nada de lo que había pasado, dijo que se le había caído una botella o yo qué se que excusa les puso que los enfermeros que se miraban entre ellos y se reían.

Luego ya más tranquilo pensaba que me iba a besar pero me escupió y se fue, me dijo que era una puta chiflada y se marchó, dejando la puerta abierta. La verdad es que yo no se qué hacer. Otras veces cuando le mordía a otros también se iban. Algunos lloraban, como niños pequeños. Uno una vez quería denunciarme pero le dije: Tío, tu mujer se va a enterar capullo; y pasó y no lo hizo. Pero Samuel era distinto; a él le gustaba que lo hiciera y se corría en mi boca mientras le mordía. Si, bueno, nunca tan fuerte como esta vez. Pero él sabía que eso era así, yo se lo decía siempre: un día muerdo hasta el final y me quedaré con ella en la boca, y él se reía. Él nunca me tocaba, ya sabía que a mí eso no me gustaba. Una vez me dijo que le pasase las tetas por su pene duro pero a mi me pareció una guarrada. A mi no me gusta enseñar mis cosas; yo soy sólo comedora. La mejor feladora del mundo. Yo siempre cierro mis piernas, y no me quito la ropa, y me pongo de rodillas o tumbada, pero nunca me desnudo. Samuel dice que es que soy muy tímida, porque nunca cuento nada de mi, ni de mi vida, ni de mis cosas. Pero yo le digo, ¿qué más quieres que te cuente? No hay nada más. Aunque yo sepa que no es verdad. Pero no quiero contarle nada más de mi vida. Ya pasé por lo del psicólogo hace años y tuve que contar lo de aquella noche cuando él se metió en mi cama y yo disimulaba estar dormida y cerraba los ojos fuerte y él me empujaba con su pene bajo sobre el pijama. Y la noche siguiente en la que abrí la boca y lloré, porque me hacía daño, y salí corriendo. Y ya no volví a casa. Y me fuí con aquel camionero que tenía la cara que parecía una hamburguesa, pero que me cuidaba y me quería. Y todo lo que ocurrió después. Sí, sabía que le mentía cuando le decía no había nada más, pero no me gustaba contar todo aquello. Lo que a mi me gustaba era buscar chicos, por las noches, en la salida de las discos y comérsela allí mismo, en un coche o en los lavabos de cualquier local, o incluso en un parque. Hasta que llegó Samuel y supe que con eĺ era distinto. Sobretodo después de dejar a Rebeca, que era una pija gilipollas y que me hacía que le chupase a ella también entre las piernas. Yo no soy bisexual y eso no me gustaba y me sabía fatal, y terminaba siempre llena de pelos en la boca. Pero un día Samuel la dejó y ya nos quedamos sólo él y yo. Y disfrutábamos en el sillón de skay casi todas las noches. Es un tío superpotente; puede correrse al comienzo del partido y antes de la segunda parte ahi está otra vez empalmado.

No se qué va a pasar. Lo mismo se ha marchado para siempre, aunque no lo creo. Yo creo que volverá. Y vendrá esta noche de nuevo al sofa rojo a tumbarse con una lata de Coors, mientras ve el partido de los Minnesota Vikings. Y mientras, la Gran Feladora recorrerá su pantalón hacía arriba buscando algo que comer. Y volverá a respirar entrecortado dando esos tontos jadeitos con los ojos cerrados imaginando al linebacker corriendo por el campo dribando a los defensas del equipo contrario, mientras yo sigo ahí trabajando en su entrepierna esperando el momento en el que, definitivamente, pueda hacerlo y arrancar de una vez de un gran bocado ese trozo de carne caliente y tersa mientras se corre.

Published in: on noviembre 27, 2008 at 11:37 pm  Comments (6)  
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Casi de verdad

26 de noviembre 2008

Él fingía que la amaba.

Ella le hacía creer que se sentía amada.

Por lo demás, todo era real.

Published in: on noviembre 26, 2008 at 1:04 am  Comments (3)  
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Iridiscencias

19 de noviembre 2008

– Te amé. Durante ocho años te amé. Y pensé que podría haberte amado mucho más, por lo menos ocho más. Pero todo acabó. Ya no te amo. Ya no te amaré nunca más. No puedo seguir amándote como te amé estos ocho años en que te amé.

Se miraba en el reflejo del vaso mientras hablaba; la figura se estilizaba creando iridiscencias a causa de los cambios de fase e interferencia de las reflexiones de luz incidente. Pensó que parecía un espagueti. ¡Parezco un espagueti! Aunque no lo dijo.

– Ahora no te amo, creo que no podré volver a amarte nunca más. Al menos no creo que pueda volver a amarte como te amé. Durante los ocho años que te amé. -Le gustaba el trabalenguas pero intentaba dosificar cada palabra, despacio, para no causar daño. El mínimo posible.

– Recuerdo aquellos momentos en los que fuimos felices, no lo niego. Recuerdo cuando me llevabas al parque, cogidos los dos de la mano, a ver los gansos salvajes frente al estanque mientras el chorro de agua, justo en el centro, lanzaba un escupitajo infinito apuntando a las estrellas, arriba en un preciosos cielo azul. Recuerdo un beso. Y algo más. Pero ya no te quiero. Y creo que ya no te volveré a querer nunca más.

Se rascaba la nariz. Suavemente. En un gesto delicado, pero sin resultar cursi ni por el contrario demasiado grosera que pareciera que se estaba oliendo la uña, como de pequeña tanto le gustaba y ahora sólo hacía a escondidas cuando estaba segura, completamente segura, de que no había nadie lo suficientemente cerca como para apreciar la leve aspiración de su nariz.

– Lo tenemos que dejar. Ya no poemos seguir juntos. Tenemos que romper de alguna forma, para no volver. Tenemos que cortar esto que construimos durante los últimos años. Y no volver a intentarlo, ni siquiera para probar, ni siquiera para decirnos la última y no más. Ni siquiera para hacer como que no nos enteramos y lo hacemos sólamente porque nos dejamos llevar y porque no podemos resistirlo y porque después de tantos años juntos cómo no, ni una vez, podemos volver a estar juntos, un ratito pequeño.

– ¿Hablas en serio? -dijo él.

– No, claro; ensayaba -dijo ella mientras seguía observando su reflejo en una fina película de agua iluminada con luz blanca no polarizada en un vaso sobre la mesa.

Ea dixit 5

11 de noviembre 2008

Ella dijo te amo

Él dijo ya es tarde (22 días tarde, para ser exactos).

Published in: on noviembre 11, 2008 at 12:37 am  Comments (1)  
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3

6 de noviembre 2008

a

veces

pienso que

esta relación tie

ne algo inquietante.

Y recuerdo aquello que

me contaste de los tres vértices

del triángulo y ya no puedo dormir.

Published in: on noviembre 7, 2008 at 1:17 am  Comments (1)  
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Morse

16 de octubre 2008

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Ella no le entendía y el pobre telegrafista se quedó soltero.

Que me quieres

25 de septiembre 2008

Dime que me quieres -le rogaba ella esperando oir una respuesta.

Sólo el eco respondía.

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Amor

23 de septiembre 2008

Estoy seguro que es un cabrón. Que la quiere matar, que la obliga a hacer las cosas que ella no quiere, que cada mañana le dice: puta, si te vas de la lengua te la corto. Parecen felices así, cogiditos de la mano al salir de su casa, con esas niñitas rubias que seguro él le obligó a tener. A la fuerza. Seguro. Él la maltrata y la obliga a hacer como que es feliz para que los vecinos creamos que son una pareja perfecta, que se quieren, que se aman. Pero estoy seguro que esos gritos, en mitad de la noche, que ella intenta ahogar, no son de placer sino de dolor. Se que todo era una farsa, que ella sufría.

Mi amor, mi amor, mi amor, yo quiero lo mejor para tí. No estoy loco, como dicen esas putas de las vecinas. Los médicos me dijeron que ya estaba bien. No, no estoy loco; es que quiero salvarte de este animal. Es un capullo que no te quiere, que no sabe hacerte feliz. Se que me lo agradecerás eternamente. Aunque ahora grites y llores, y me pidas que no mate a las niñas. Y sigas abrazada al cuerpo de ese cabrón que acabo de matar.

Published in: on septiembre 23, 2008 at 2:33 pm  Comments (2)  
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Espectros

21 de agosto 2008

Estaban sentados en una terraza de Ópera; ella con su novio, él sólo. Apenas cuatro metros separaban las dos mesas. Ella discutía, cualquier cosa que había ocurrido el día anterior. Él ojeaba una guía de viajes. Nunca se habían visto antes. Los dos viajaban con la vista por el cielo, por los jardines del Palacio Real, por un grupo de palomas devorando una bolsa de cualquier cosa, por el chorro de agua de la fuente a lo lejos,.. De repente sus ojos se cruzaron. Se miraron y sus cuerpos se separaron unos segundos de la piel. Se despegaron de sus sillas y corrieron al encuentro enlanzándose en un profundo abrazo. Sus labios se unieron y se fundieron en uno sólo.

– ¿Me haces caso?- comentó el novio- Estás como ida.

-¿Qué tomará el señor?- en una mesa a cuatro metros.

Y los cuerpos volaron y se pegaron de nuevo a sus carnes.

Ojos

2 de agosto 2008

Era la mujer más atractiva que pudieras haber visto. la verdad es que no tenía nada en particular que llamase la atención. Si, es verdad que tenía un perfil bonito, un pelo sedoso y una nariz pequeña y afilada; labios carnosos, piernas afiladas y volúmenes bien repartidos. Pero no, no era simplemente una belleza física, o no al menos en cuanto al canon clásico de belleza clásica. Había algo más que nadie conseguía adivinar. Y, fíjate que eran visibles, pero nadie reparaba especialmente en ellos.

Había conseguido enamorar a todo el grupo de amigos. Allí donde ponía el ojo, había un hombre irremediablemente rendido a sus pies. No conocia la derrota. Iban cayendo, sin ofrecer reistencia, uno tras otro. Era tan embriagadora su mirada que se corrió rápido la voz.

Y se creó la leyenda. Al principio los chicos la miraban sólo para comprobar que era cierto lo que contaban, pero después del suicidio de aquel chaval no correspondido, la gente empezó a tomarse el tema en serio. Las mujeres obligaban a sus maridos a andar mirando al suelo si se sabía que ella andaba cerca, los solteros utilizaban gafas de sol para evitar un cruce de miradas y en algunos establecimientos públicos comenzaron a poner cortinitas en las ventanas para evitar miradas. Pero siempre había quien caía. Ella los devoraba casi a diario, y luego los abandonaba por una nueva presa. Nunca faltaron pretendientes. Llegaban desde lejos para dejarse atrapar por la rara belleza de aquella mujer.

La leyenda continuó hasta mucho después de su muerte. Pero nunca nadie descubrió dónde se encontraba el poder que conseguía que los hombres cayeran como chinches rendidos de amor. Nadie nunca lo supo. Escondidos, como agazapados detrás de una maleza de líneas verdes, dos pequeños lunares en su ojos izquierdo eran los culpables de aquella embriagadora mirada de seducción de la que ningún hombre pudo escapar.

Mil y Un

29 de julio 2008

De mil formas le pidió perdón. Mil ruegos para que no se marchara. Mil veces le dijo que había sido una equivocación. Mil tentativas para recuperarla. Mil planes de vuelta. Mil excusas. Mil empeños. Mil flores. Mil lloros.

Mil intentos en vano.

Ella tan sólo esperaba Un te quiero.

Published in: on agosto 13, 2008 at 12:52 am  Deja un comentario  
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26 de julio 2008

http://www.eraunamorporinternet.es

Y siempre daba error 404.

Published in: on agosto 12, 2008 at 1:24 am  Deja un comentario  
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Eternidad

23 de julio 2008

Era ateo, no creía en el más allá, ni en la reencarnación.

– Te amaré siempre -dijo segundos antes de morir, guiñando un ojo a su amada.

Published in: on agosto 11, 2008 at 3:15 pm  Deja un comentario  
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Ausencias

21 de julio 2008

No veía pasar las horas para irse a dormir. Con el sol todavía firltrándose por las persianas se metía en la cama. Y soñaba.

Soñaba cuando era feliz. Cuando ella todavía seguía con eĺ. Cuando se amaban. Cuando para él existía una razón por la que vivir, por la que levantarse cada mañana, por la que respirar el aire. Soñaba, que no habían pasado esos cuatro meses, desde que ella le dejó una buena mañana. Aquella fatal mañana en la que encontró al despertarse, junto a la tostadora una pequeña nota: Que seas feliz, yo lo soy. Adiós.

Abrazos

18 de julio 2008

Sabía lo que ocurriría en cuanto la abrazara; siempre pasaba lo mismo. Había probado todo tipo de estrategias amatorias y puesto en práctica los consejos de sus amigos, pero indefectiblemente tras el primera abrazo ellas caían dormidas en la cama poniendo el cierre a cualquier posibilidad de sexo.

Aquella noche, como tantas otras, la observaba dormir a su lado, rendida a un sueño apacible, desnuda, en su cama. Aquella era especialmente guapa: un largo cabello rubio caía desordenado a ambos lados de la almohada y sus pechos aún excitados se intuían bajo las sábanas.

Morfeo imaginaba, una noche más, cómo sería el sexo tras ese primer abrazo.

Published in: on agosto 7, 2008 at 12:33 am  Deja un comentario  
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Te amo

10 de julio 2008

Dime que fue mentira, que lo hiciste sólo para darme celos, que soy al único al que amas, que todo esto no ha sido más que una pesadilla. Te amo. Te amo. Te amo.

María descansaba a sus pies, todavía caliente, desangrándose a borbotones a la altura del cuello.

Published in: on julio 13, 2008 at 8:58 am  Comments (1)  
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Microrelato

7 de junio 2008

– Escríbeme un microrelato, uno de esos cuentos pequeñitos que tu haces -le pidió ella.

«Por ti muero», escribió él en su moleskine.

Sin ti

4 de junio 2008

Se dio cuenta de que sin ella nada tenía sentido. Pensaba que tal vez recobraría una libertad que realmente no ansiaba, nuevos horizontes coloreados por la fantasía de lo que podría ser. La verdad es que no había recapacitado hasta el momento lo que ella representaba para él. Se daba cuenta que su vida, sin ella, estaba vacía, pero ya era demasiado tarde.

Published in: on junio 10, 2008 at 10:51 pm  Deja un comentario  
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Cruzados

1 de junio 2008

Ella buscaba sexo fácil; alguien con quien compartir esa noche lluviosa de cuarenta de mayo. Sin complicaciones, amor sin desayuno, alguien que le ayudase a olvidar aquel día infernal de reuniones, exceso de trabajo y marrones aplazados de la víspera.

Él acababa de dejarlo con su novia. Seis años de aparente amor sin fisuras, de repetidos besos de buenas noches y caricias de fotografía, que se acababan de desvanecer con la excusa de un «Nos tenemos que dar un tiempo. Y luego se verá».

Avanzaban por San Felipe, direcciones convergentes, uno frente al otro cuando sus miradas se cruzaron.

-¿Tienes fuego? -preguntó ella.

-Estoy helado, -contestó él.

Nada más verla

15 de abril 2008

Nada más verla se enamoró de ella. Como cada noche salía al balcón a fumar un cigarrillo. Veía la calle a todo lo largo, la iglesia al fondo y las tiendas de chinos abiertas en la madrugada. Parejas que buscaban algo abierto donde aparcar la soledad acompañada. Y la vió a través del cristal. El tercero derecha de la casa roja, justo enfrente de su balcón, un piso por debajo. Fue como un flechazo que le dejó durante diez minutos pegado a aquella ventana.

A partir de aquella noche no veía el momento de fumar aquel cigarillo y detenerse en el tercero de la casa grande. Justo a las diez y media. Nunca aparecía antes. Ella encendía la luz y el mundo se iluminaba para él. Al principio se contentaba con ver simplemente que estaba allí otro día y pasar un rato observando sus movimientos. En pocos días, ya era capaz de adivinar qué estaba haciendo en cada momento y qué sería lo que haría justo después. En semanas sabía, cuál sería la cena y cuándo abriría el libro. Había memorizado cada uno de sus movimientos y los minutos que ella pasaba fuera de su campo de visión, porque pasaba a otra habitación o porque se escondía en algún ángulo muerto, se le hacían eternos.

Cuando ya no había nada que no supiera de ella, compró unos prismáticos y se acercó aún más. Leía cada línea del libro que, como cada noche, abría tras la cena y casi podía oler su aroma o acariciar su pelo negro.

Uno de los días se sorprendió hablándole, como si realmente estuviese allí dentro, en aquella habitación, en su vida, y decidió que debía dar el paso. Pensó en preguntar a algún vecino, tal vez a la panadera con la que tenía buena amistad, Era la mujer de su vida y se merecía, sin duda, un pequeño esfuerzo para demostrárselo. Llevaba casi diez meses observando cada uno de sus movimientos con detenimineto. No podía haber persona en el mundo que supiera más que él de aquella chica de pelo negro y pijama a rayas.

A la noche siguiente no volvió a aparecer, ninguna luz se encendió, ni a las diez, ni a las once ni en toda la madrugada. La pasó pegado al balcón. Tampoco la siguiente, ni las restantes. Durante un mes acudía a la cita puntualmente y la luz de aquella ventana no volvió a a encenderse. Como si se la hubiera comido la Tierra. Ni rastro.

Hasta una noche. Habían pasado ya dos meses de la desaparición y volvió a salir al balcón. La ventana iluminada. Pero en vez de la chica de pelo moreno una nueva vecina de pelo cobrizo y corto se sentaba en el mismo salón. Nada más verla, se enamoró de ella.