Vueltas

3 de diciembre 2008

Pensó que ya no podía seguir dándole vueltas y vueltas a aquello. Decidió ponerle punto final.

Y empezó a darle vueltas a otra cosa.

Published in: on diciembre 4, 2008 at 10:43 am  Comments (2)  
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Fortuna

29 de noviembre de 2008

Recibió 347.540 euros por error. No podía ser otra cosa. El saldo de su libreta de ahorro nunca había tenido tantos digitos. Pensó que en cualquier momento el banco se daría cuenta y sustraería el dinero de su cuenta. Pero no ocurrió. Cada jueves acualizaba su libreta en una de las máquinas automáticas que había en la sucursal frente al mercado. Pero ahí seguían. Su imaginación empezó a dar vueltas sobre lo que podría complementar ese dinero su mísera pensión de viuda; nada grande, tal vez un buen regalo para los nietos, acabar con la hipoteca de su hijo el menor, o, incluso, un viaje a Murcia a visitar a su hermana; a la playa. No contaba nada a nadie. Pasaron los meses y cada jueves esperaba ansiosa que esa cifra, que había empezado a obsesionarle, hubiera desaparecido, dejando su libreta con su habitual saldo de tres cifras. Pero no ocurría y el dinero seguía estando allí. Y empezó a generar intereses; el banco le enviaba el estracto a casas con los intereses que generaba su espontánea fortuna.

No podía más. Una mañana se despertó temprano. Esperó en la puerta de la sucursal a que llegase el director y devolvió el dinero. Recuperó la tranquilidad, sus ruinas y una cubertería de 113 piezas.

Published in: on noviembre 29, 2008 at 10:17 am  Comments (1)  
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Papeles

2 de junio 2008

Había comenzado como un juego y se había convertido en una obsesión. Empezó aquel día en que bajó el papel al contenedor de reciclado y encontró aquellas revistas: un Vogue y dos Motor de Hoy. No pudo evitar montarse su propia historia. Pareja de rubia con mechas, dependienta de El Corte Inglés, sección perfumería con un amante de los coches de gran cilindrada. Es cierto, no se había estrujado mucho la imaginación para aquella historia pero le hizo gracia poder saber algo de sus vecinos por sus basuras.

A la semana, con una nueva bolsa de reciclado esperaba ansioso el momento de abrir aquella portezuela y encontrar una nueva historia. Revistas atrasadas de Selecciones de un color macilento y fotos arrugadas en blanco y negro. Esta si que es buena, pensó. Los restos de un desalojo o la limpieza de una casa tras la muerte de una abuela octogenaria. Su cabeza giraba a toda velocidad intentando imaginar la larga enfermedad que había llevado a la muerte de aquella señora, los lazos que podían unirla con los que habían deshecho la casa, o el destino del inmueble que a esas horas debía estar ya completamente diáfano y libre de muebles y recuerdos del pasado.

A partir de aquel momento, el juego se convirtió en obsesión. Acumulaba todo tipo de papeles que encontraba en el trabajo o en la calle como excusa para sus expediciones al contenedor. Los iba depositando uno a uno, con parsimonia más pendiente de los restos que habían arrojado allí otros que de los suyos propios. Más revistas, deshechos de embalajes, cajas de un nuevo televisor, periódicos, cajetillas de tabaco, cuadernos a medio escribir, facturas,… Él ya sólo veía retazos de historias que podrían ser, información autobiográfica de seres sin rostro y fragmentos reciclados de otras vidas.

Hoy, por un despiste, la trampilla cayó sobre sus dedos al meter la mano. Justo antes de descubrir una arrugada carta de amor de su mujer al vecino del segundo derecha.