26 Marzo 2008
Noches de vino y jazz rezaba la invitación. Un extraño maridaje entre una presentación de un vino cosecha familiar y una bigband en un cuasitugurio cercano a Gran Vía con aires de esplendor art decó y camareros empalagosos. Mari Ángeles, ingeniera convertida a la alquimia de la vid, presentaba el Vihucas edición limitada a la vez que orquestaba una cata de las de paratodoslospúblicos. Primera botella y la banda de Santigo de la Muela comenzaba a ritmo de swing. Dum, dum, dum, piripiiiii, turumtu dan, dum dum dum. Una veintena de negro entre trombas, trompetas, saxos y la sección de ritmo. Blancos de negro. Todas las cosas no son lo que parecen. All the things guaraguaraguara. Traducción simultánea al micro intimidado por la dimesión de sus colegas de ruidos. Tiripa, taratarata. Aplausos tras los solos. 27 malocos de mediosiglo por barba hablando de vivienda comunal, urbanismo, ecología y la Comuna Número Uno alemana. La suya, la Maloca, especie de proyecto ideológico de los noventa, de 600 metros para 27, era una especie de neocomuna en la playa. Un bioarquitecto, un catedrático de Filosofía y un experto en protoma. Dum dum dum durum durum dum dum dum, contrabajo. Ritmos brasileños, composición de de la Muela, notario por obligación y maestro de ceremonias. Y más aplausos. Aplausos de nuevo tras los solos. Más aplausos. Sin orden, ni concierto. Las manos. La banda en equilibrado desorden. Una nueva botella de Vihuca. Una trombonista alemana le daba a la vara. Las conversaciones giraban como las cabezas entre jazz, tertulias semanales y bodegas de Uclés. Hollejos y pepitas, y alguna hojuela descarriada. Cada cual con su vida. Astrigencia en la lengua. Corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas garabateando el rayado. Parapaaaa. Solo de Jonhatan a la tropeta, mientras apuraban la segunda botella. De nuevo aplausos como un multiorgasmo. taratum, taratu, taratum, chasss.
Por un momento se sintió arrastrado por la tronadora sección de viento de la bigband en el Cafe jazz Berlín. Unos segundos ifinitos de sueño musical. Cambio de clave. Unos segundos en los que se olvidó por completo de si mismo, de su úlcera de estómago, de las ganas de vomitar con las que entró en el local tres horas antes y del mal trago que había pasado ese día despidiendo a una amiga en el trabajo. Cerró los ojos y se dejó llevar por la lineas paralelas.