24 de agosto 2008
Abrió el correo y descubrió que vivía en el futuro.
«Hola. Espero que cuando recibas este mail estés bien. Espero que hayas disfrutado de la vida tanto como hoy te deseo. Seguro que has triunfado, que terminaste arquitectura y tienes ahora un buen empleo, una casa y por lo menos, me aventuro a decir, un hijo que será igual que tú. Estoy seguro que serás alguien importante; tan importante que tal vez no tengas ni tiempo para leer este correo y lo abra tu secretaria…»
Lo había olvidado por completo. Había sido un juego hacía veinte años. Se había mandado, a través del servicio Futurmail, un correo electrónico al futuro. Un mecanismo sencillo: bastaba que los servidores de correo retrasaran la entrega en los años que seleccionases. Posiblemente la empresa hubiera ya desaparecido pero el mail había quedado colgado en alguna parte del ciberespacio hasta que llegó el momento. El día de hoy. Veinte años después.
– «Estoy seguro que conseguirás todo lo que te propongas, seguro que lo conseguiremos. Un beso fuerte. Nos vemos en veinte años.»
En un segundo lo recordó todo. Justo el momento en que escribió aquellas líneas hacía veinte años, con unas ganas de comerse el mundo que se habían ido desvaneciendo con el paso de los años. Una lágrima le recorría la mejilla.