Paralelas IV y final

30 de mayo 2008

Salía con Tarugo como otras noches, a dar un paseo. Viernes noche y San Ildefonso a tope. No escuchaba la calle, los auriculares me aislaban de mi alrededor en ese momento, aunque podía ver gente corriendo de arriba abajo, sentada en la terraza de la plaza, supongo charlando, riendo, comentando lo que había sido el día, sus planes o los problemas con su pareja. Como esos momentos en las películas en los que la cámara va describiendo un largo travelling mientras suena el tema central de la banda sonora. Para mí , en esos momentos la banda me la ponía la radio con los Secretos y A tu lado. Mi cabeza daba vueltas a historias paralelas.

Paralelas II

28 de mayo 2008

Acababa de salir del Hong. Conducía sólo por la Radial 5 a punto de cruzar la M50 destino a Fuenlabrada. Había bebido tal vez demasiado para la hora que era, apenas las once. Se despedían del Richard, después de toda la tarde en el tanatorio. Y era una despedida definitiva. Al Richard acababan de enterrarlo, con 19 años, aquella misma tarde. Nadie se lo podía creer. Todos habían estado en aquella fiesta en la que el Richard había tomado nosequé que se lo levó al otro barrio; posiblemente les vendieron algo adulterado, o algo muy puro, o se metió en exceso. De cualquier forma de nada valía ya buscar la causa, el Richard descansaba donde fuera que estuviera en ese momento. Por eso esa tarde la despedida había estado bien cargada de alcohol, para olvidar, para no pensar.

No escuchaba la radio encendida a todo volumen en el coche. Estaba a punto de tomar el desvío a la M50 y casi le era imposible distinguir las líneas de la carretera. Las luces de los demás coche le dejaban cegado y perdía la visión durante unos segundos. Fue tan solo un instante, y el coche empezó a girar dando vueltas y vueltas por el arcén hasta terminar empotrándose en la valla que recomendaba reducción de velocidad.

«Ayúdame y te habré ayudado, que hoy he soñado en otra vida, en otro mundo, pero a tu lado.» cantaban en la radio segundo antes de encontrarse con el Richard.

Paralelas I

27 de mayo 2008

Despedía el programa de esa noche, tres horas de radio fórmula como cada noche; tres minutos para el cambio de turno.

«He roto todos mis poemas, los de tristezas y de penas,…»

– Pues hay que vivir la vida plenamente, y no dejar que se te escape entre los dedos -Enlzaba con la letra de la canción anterior.

Se llamaba Marta y llevaba trabajando en la radio, en el mismo horario en los últimos tres años. Un canción tras otra. Un éxito, un recuerdo. Presnetaba, enlazaba y despedía la siguiente. Lo hacía casi de forma automática, cuadrando enradillas de las canciones. Tres horas al día daban habilidades.

Intentaba estar positiva, simpática, tal vez un poco acelerada en ocasiones. Por dentro estaba destrozada. No podía más, después de las últimas dos semanas. Mientras cargaba la siguiente canción, preparaba jingles y publicidad, lloraba. Dos minutos y medio y volvía a ser la Marta feliz, locutora de radio.

«Ayúdame y te habré ayudado, que hoy he soñado en otra vida, en otro mundo, pero a tu lado.», sonaba en antena, mientras ella se sonaba los mocos.