24 de noviembre 2008
No podía dar crédito a lo que leía. Intentaba recordar, sin éxito, la cara del comensal que había dejado aquella nota sobre la servilleta.
«Exceso de color en el rissoto. Menos caramelo y más coción. El aceite de pesto se pone antes de emplatar y el acceto al terminar. Y no al contrario. Pecorino mejor que parmigiano; mejora la textura. Del salmón, mejor no hablar. Exceso de grasa, carne cruda en el centro y falta de cierre exterior. Treinta segundos más al interior y fuego fuerte para cerrar la carne. Cuidar relación cantidad de fuego y tiempo. Un plato más grande realzaría la presentación del segundo. La mezcla de verdes mejoraría sin canónigo. Rúcula sóla con limón acentuaría el aroma del salmón. Y un espresso es un centimetro denso, intenso y fragante no un cubilete de agua oscura. Tres sobre diez.
PD.- Los ojos de la camarera hacen olvidar los errores de la cocina. Volveré mañana»
Por el bien del comensal, espero que la camarera de bellos ojos no sea la esposa del chef.
Muy buen texto ¡Salud!
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