Plantación de bulbillos

13 de octubre 2008

Sin duda había aprendido una profesión, como le aconsejó su padre antes de salir de Powizd. Pero la verdad no tenía muy claro si la plantación de bulbillos era la profesión que le gustaría seguir el resto de su vida. Habían pasado casi dos años desde aquel otro otoño cuando llegara a Noordwijk casi a la aventura, con cuarenta euros arrugados en el bolsillo y pocas palabras en holandés, más allá del Dag o Goeiemiddag. Se lo recordaba contínuamente, para apreciar lo que tenía, un trabajo decente, no como el de otros que llegaron con él, unos ingresos que le permitían alojamiento, comer, algún que otro vicio y el envío de unos cuantos euros a casa.

Sabía la diferencia entre los distintos tipos de bulbos, casi sólo por el tacto, lo básico de la plantación en bancadas en las arenosas tierras de las landas, 30 centímetros entre las cuatro líneas y 2 en la misma línea. Había conseguido que el jefe confiase plenamente en él y le dejase manejar aquel tractor rosado cargado de bulbos, y eso le hacía sentirse bien.

Miraba a lo lejos, la vista se perdía en el horizonte. En enero comenzarían a florecer los primeros botones en el Blloembollenstreek, pero no sería hasta bien adentrado abril cuando inundasen todo alrededor en el espectáculo de flores más bonito del mundo. Era justo en aquel momento cuando le hubiera gustado que su padre estuviera allí para observarle.

Sísifo 2

17 de abril 2008

Se llamaba Salomon. Era el joven más prometedor del pueblo y en él estaban puestas todas las esperanzas de la gran familia. Cada uno, como pudo, ayudó a reunir lo que habían pedido para cruzar los tres países que le separaban del gran paso final, el Estrecho. No podía tener miedo. No había otra opción. No era sólo él, de aquello dependía toda su pequeña comunidad. Hacer dinero y mandar lo que se pudiera. Sobrevivir como fuera para que viviera el resto. Nadie quiso hablar de lo que no se podía hablar. Era cierto que muchos de los que iban, no volvían jamás, pero no se podía hablar de eso. Había que dar fuerzas, ayudar con lo que se pudiera y pedir a los dioses que lo acompañaran y cuidaran de él.

Lo había conseguido. Nunca pensó que pudiera llegar pero allí estaba. Desde que tenía uso de razón la idea de cruzar a Europa era la única línea que seguía su vida. Él Salomon Lucumi, 16 años recién cumplidos, congoleño de una pequeña comunidad del centro del país, había sido bautizado como La gran esperanza. Una sola idea había sido la obsesión de su corta vida: ir. No sabía que a partir de ese justo momento, como si fuera la bisagra de una puerta, la obsesión se invertiría: volver.

Published in: on abril 16, 2008 at 9:17 pm  Deja un comentario  
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Ni hao ma

9 de abril 2008

Ni hao ma. Era su forma de decir qué tal, cómo estás. Lo reservaba para los compatriotas que cruzaban frente a su puerta. Casi todos relacionados de alguna forma con la venta mayorista. Llevaba tres meses regentando la tienda, era el encargado, y podría decirse toda la plantilla de la casa. Después de casi cinco años en Madrid. Había trabajado en otras tiendas, ayudando en la descarga de paquetes, en la reforma de varios locales y hasta en la cocina de un restaurante asiático. Pero de todos los trabajos por los que había pasado, era éste, el de encargado, el que más le había gustado. Aunque sólo fuese él, y la tienda no fuese más que cuarenta metros de planta, lo de encargado le daba cierto estatus entre la pequeña comunidad de aquella calle del Rastro.

Trabajaba de sol a sol. No sabía otra forma. La mitad de lo que ganaba lo ahorraba y soñaba con regresar algún día,cuando las cosas fueran major en la gran patria.

La verdad es que pese a su edad, y un buen don de gentes, los comienzos en Madrid no le fueron muy fáciles. Ahora los recordaba con una sonrisa. Ahora que empezaba a acomprender los rótulos de las calles. Tal vez fuera eso lo que más trabajo le había costado, adaptarse al idioma. Los números los dominaba a la perfección y el lenguaje lo suficiente para cerra un trato y poder leer las etiquetas de los productos. Añoraba su tierra, la familia y el puerto de Wenzhou. Cualquier cosa mejor que montar mecheros Tiger en la fábrica de su ciudad por apenas 100 euros. Por eso emigró. Y para mandar algo a sus padres, que seguían viviendo en el campo. No se arrepentía de largo viaje, de las dificultades y de los últimos años en Madrid. Ahora el futuro parecía sonreirle.

El día se había dado bien. Un matrimonio de Cáceres había llegado a media tarde y se había llevado casi dos mil euros en mercancia. Camisetas, chaquetas y pantalones de mujer, al por mayor. Modas Maricarmen en la factura.

Hoy se lo merecía. Cerraría más pronto que de costumbre y como cada noche pasaría por el bar de la esquina a tomar algo.

-Hola Juan. Le provocaría Manolo, el tabernero.

– Guo. Cheng Guo. Le corregiría un día más él, como parte del juego.

– Marchando caña y pincho de tortilla para el amigo Juan, repetiría como de costumbre Manolo.

Published in: on abril 10, 2008 at 9:47 pm  Deja un comentario  
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Independencia

6 de abril 2008

Por su cabeza había vuelto a rondar una idea que ya creía había enterrado. La adornaban aquellas praderas junto a su casa entre el lago Escutari y el valle del Drin. Se llamaba Marko, rondaba los cuarenta, era abogado, como su hermano, quien lo había traído a España después de lo del 99. Junto a él, también, acababa de montar una modesta peluquería de hombres, con los ahorros de unos años en la costrucción, en una calle de Carabanchel alto. Rasuraba cogotes, afilaba bigotes y despuntaba flequillos, mientras su cabeza ensoñaba viejos amigos a ritmo de una música de su niñez.

Tres días antes, habían anunciado la independencia de Kosovo, y una idea casi olvidada había vuelto a rondar por su cabeza.

Published in: on abril 6, 2008 at 9:44 pm  Deja un comentario  
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