25 de julio 2008
– Nos explotaba laboralmente. Desde que llegó, cambió nuestras cuentas del banco y gestionaba todos los rollalties de nuestras apariciones. El merchandising era decisión suya, … y todas las entrevistas.
– Acabó con nuestras vidas; para ella no éramos más que marionetas. ¿Qué váis a saber vosotros pequeñajos?, nos decía constantemente.
– Y nos acosaba. Se aprovechaba de nosotros, cada noche uno en su cama.- argumentaban uno tras otro, para sumar más y más razones que descargasen lo que acababan de hacer.
El mudo parecía el más nervioso. Gesticulaba y asentía a cada una de las palabras der sus compañeros.
El juez no daba crédito. La sala estaba a rebosar de prensa, el calor era axfixiante, gritos de niños, cuchicheos de mayores, lloriqueos escondidos por las esquinas. Los acusados tenían unas boces chillonas, se atropellaban al hablar, quitándose entre ellos la palabra y no era fácil hilar la muerte de aquella chica de cabello negro azabache y la tela de araña de odios, rencillas y envidias de aquellos siete pequeños señores. No aguantaba más.
– Quince minutos de receso -paró en seco el juez.