Botón rojo

19 de agosto 2008

Justo cuando estaba a punto de marcharme lo ví. Estaba escondido en la esquina. La esperaba aprovechando la oscuridad de aquella noche sin luna. Yo sabía lo que iba a hacer; sabía que justo cuando ella doblara aquella calle él aparecería, como de la nada, sin dejarle tiempo para reaccionar; sacaría la navaja y la clavaría sin compasión doce veces a la altura del estómago hasta dejarla tendida en el suelo sobre un charco de sangre. Después huiría tirando el arma en una alcantarilla cercana.

No sabía qué hacer. Ella avanzaba sobre unos finos zapatos de tacón, con ritmo acelerado, escondiendo algo bajo una gabardina que parecía de hombre. Las gafas oscuras no conseguían la función de enmascararla, más bienlo contrario.

Él se mantenía agazapado tras el saliente. Miraba la hora, con gesto nervioso o tal vez de una forma automática.

Ni un sólo ruido en la calle, tan sólo unos zapatos avanzando por el empedrado. No sabía qué hacer, intentaba incorporme pero no lo conseguía. Sabía que el momento estaba cerca, aunque se alargaba en un interminable tac, tac, tac de tacón-piedra.

No pude más, estaba muerto de sueño y la había visto por lo menos un par de veces. Apreté el botón rojo del mando y me fuí directo a la cama.

90 segundos

31 de julio 2008

Harry atraviesa la calle hacia donde se encuentra el cuerpo abatido del francotirador. Mastica chicle. Tranquilo. La sombra de su revolver se dibuja junto a la escopeta del asesino en la acera. Lentamente la sube y le apunta a la cabeza.

– Sé lo que estás pensando. Si disparé las seis balas o sólo cinco. La verdad es que con todo este ajetreo yo también he perdido la cuenta, pero siendo éste un Magnum 44, el mejor revólver del mundo, capaz de volarte los sesos de un tiro ¿no crees que deberías pensar que eres afortunado? ¿Verdad que si Vago?

La  sombra del revólver y la mano del negro intentando acercarse a la escopeta, se dibujan en la acera, mientras el negro cañón apuntaba certero a su cabeza.

De repente, el sucio policía recoge la escopeta, baja su arma y se daba media vuelta.

– Eh!, Necesito saberlo. -desde el suelo le grita el francotirador abatido.

El poli se da la vuelta, le apunta de nuevo con la Magnum y dispara.

Clink. Sonrisa burlona.

Una sirena de policía sonando al fondo. El chorro de la boca de riego cierra la imagen de una calle de San Francisco.

Podía verla cientos de veces, la misma escena. Rebobinaba y volvía al momento en el que Eastwood volvía a cruzar la calle. Minuto y medio glorioso. No se cansaba de verlo.

Seaheaven

18 de mayo 2008

Si, ya se que no es una idea muy original y que hay mucha gente que lo ha pensado algua vez: creo que vivo dentro de una peli. Pero es que yo estoy seguro. Paseo por la calle y de vez en cuando veo el cartón de los decorados y cómo la gente interpreta sus papeles sólo delante de mi. El otro día me dí una vuelta rápido para ver lo que ocurría a mis espaldas -lo hago bastante- y les pillé: allí estaban aquellas dos chicas paradas justo después de haberse cruzado conmigo un instante antes en bicicleta. Y las sorprendía paradas  a tan solo cinco metros observando cómo yo seguía con mi paso, y esperando, tal vez,  nuevas indicaciones para actuar. Otras veces me doy cuenta -cuando sabes el engaño no es difícil- que mucha de la gente con la que me cruzo es repetida, vamos que primero veo a un señor de bigote en la pescadería y luego me lo encuentro en el bar de un poco más arriba tomando un café. Al mismo. Algunas veces le quitan el bigote y le ponen gafas.

Y la verdad es que me gustaría conocer al director de todo esto, porque no se que esperan de mi. Llevo una vida más bien mediocre, no tengo trabajo y mi novia me abandonó hace unos meses. Mi casa es una mierda, pequeña, sin luz, sucia y salvo pasear de arriba a abajo, sin mucha lógica, poco más hago en el día. Vamos, que si yo fuera el espectador de mi vida cambiaría rápido de canal.

Por eso ayer pensé en suicidarme, pero en el último momento tiré las pastillas por el váter; no se, me da palo dejar a tanta gente en el paro.