No es un sueño

9 de febrero 2009

Se encontraba en la mitad de un desierto. Uno de esos desiertos de película, como en Laurence de Arabia, que parecen un decorado, de arena naranja y un cielo azul radiante. A lo lejos el calor ondulaba la linea del horizonte. Vestía como cada día en el trabajo, con su traje gris marengo y una camisa blanca. En sus manos un salvavidas rojo con una inscripción: Esto no es un sueño.

Se despertó sobresaltado y no supo encontrar una explicación.

Me compré un sueño

8 de febrero 2009

Hace un tiempo me compré un sueño. Y lo digo en el más estricto sentido de la palabra, porque pagué por él. Tengo cierta querencia a las gangas y éste, la verdad, estaba a un precio que no pude resistirme. Lo compré, digo, llegué a casa y lo dejé en la estantería el salón. Sí, ya se que comprarse un sueño y dejarlo por ahí en cualquier parte sin hacerle caso no es algo muy común, pero como era de saldo pensé que mejor le daba un poco de tiempo para que no se sintiera muy agobiado. No quería ir y decirle: venga, te compré, ahora  a darme lo que es mío, satisfaz mi sueño. No hice eso; como digo lo dejé allí en la estantería, junto a unos libros a medio leer a ver si reaccionaba.

Pasaron unos día, y cada vez que pasaba cerca lo miraba para ver si había despertado, si estaba en condicioes para cumplir su labor, pero lo cierto es que parecía no quer trabajar. Yo me fui acostumbrando a verlo allí, como parte del mobiliario. Los amigos, cuando venían a casa me preguntaba por él, y yo les decía, nada un sueño que compré y estoy esperando a ver si algún día se realiza. Raro eres tío, em dijo Alicia aquel día que vino a cenar.

Han pasado más de siete meses y hoy, no sé por qué, le he dado la vuelta y me he encontrado el número del Servicio Técnico inscrito en letras pequeñitas debajo. He estado tentado en llamar, mandarlo arreglar, pedir que me lo cambiaran por otro, no se, decirles que me devolvieran el dinero si no habia otra solución. He pasado u rato largo co el sueño en una mano y el teléfono en la otra. El final no he llamado. Creo que me acostumbré a tener un sueño irrealizado ahí, esperando, sabiendo que en cualquier momento puede ocurrir algo que lo ponga a funcionar.

Published in: on febrero 8, 2009 at 11:01 pm  Comments (2)  
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Sueño azul

7 de noviembre 2008

Hoy soñé con aquello que contaba mi abuelo cuando yo era pequeño, antes del Gran Cambio, cuando el cielo era azul y salían a pasear los domingos por la mañana más allá de la zona de exclusión.

Begin the beguine

3 de noviembre 2008

Metía lo imprescindible en aquella vieja maleta de cuero. Un cepillo de dientes, un jersey grueso de lana y una libreta a rayas. Siempre andando a la estación, sintiendo cómo la ciudad se despedía de ella. Bajaba por las escaleras mecánicas dejándose atrapar por la marea de viajeros que iban y venían a toda prisa. Se paraba un largo rato frente a la pantalla de salidas y llegadas con aquellos dígitos verdes que cambiaban a un ritmo constante marcando horarios y retrasos. Bajaba a los andenes. Sentada en un frío banco soñaba que acababa de llegar de un largo viaje. Un viaje de muy muy lejos. Después de muchos días o meses.

Cansada, deseaba volver.

Una vez más, soñaba que comenzaba una nueva vida. Que volvía a empezar. Y regresaba a casa, siempre andando. Saludando de nuevo a una ciudad que le daba la bienvenida.

Published in: on noviembre 3, 2008 at 1:19 am  Comments (2)  
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Noort rivier

8 de octubre 2008

Una noche cualquiera, o no cualquiera. Una noche cualquiera del mes de octubre en un pueblo cualquiera. Una noche del mes de octubre en un pueblo de la sierra. En una noche ventosa. El Molar. Alguien sueña. Quiere ser otro. Quiere cambiar su vida y su paisaje. Quiere atravesar el Hudson en una fría noche cualquiera en un nueva york cualquiera. Huye. Sueña que no es cualquiera, que puede ser alguien que atraviesa el Hudson esa noche. Lo desea. Tanto que ya sabe que no está esa noche cualquiera en un pueblo cualquiera, en una noche de viento. Sabe quién es y dónde quiere estar. Se ve atravesando el Tear of the Clouds y observando el río manso desde el Bear Mountain Bridge. En otra noche cualquiera. Tal vez también ventosa; tal vez no.

A la mañana siguiente compra un billete de avión.

Realidad

4 de octubre 2008

Si como dices fueras real no me tendrías aquí cada noche soñándote para poder acariciarte. Se despertó.

ooki ni

5 de septiembre 2008

Soñaba. Tenía catorce años; casi quince.

Sentado en las rocas del muelle fundía el mar de Tarifa con sus sueños. Salía del puerto alumbrado por la tenue luz del faro, dejaba la tierra atrás entre las movidas corrientes del estrecho. La isla de las Palomas, Casa Porro, Paloma Baja, el Santiscal, Alanterra, Zahara,… Cádiz; ante él el gran océano. Tres mil millas le separaban de Sant John’s en la isla de Newfoundland. Seguiría hacía el norte, hacia las tierras frías y atravesaría el hielo de Balfin hasta Beaufort casi sin darse cuenta hasta el estrecho paso de Bering. La anhelada tierra frente a él.

Sentado en una de las islas del Kyoko-chi observaba el reflejo del pabellón dorado. Una ráfaga de viento de Tarifa corría por el cielo de Kyoto.

Sueño

4 de septiembre 2008

«Al día siguiente soñaría con cinco cocodrilos en bicicleta»

Se le había escapado la frase sin saber cómo. Estaba cansado y no sabía lo que escribía a aquellas horas de la noche; ¿de dónde habrían salido aquellas palabras?. Sin duda lo había hecho él, pero no tenía ni idea por qué.

Estaba demasiado cansado para saber qué había originado dentro de él esa combinación de cocodrilos. Había dormido menos de cinco horas y empezaba a confundir lo qu escribía. Se quedó dormido sobre el portátil y soñó que era un escritor dadaista.

Botón rojo

19 de agosto 2008

Justo cuando estaba a punto de marcharme lo ví. Estaba escondido en la esquina. La esperaba aprovechando la oscuridad de aquella noche sin luna. Yo sabía lo que iba a hacer; sabía que justo cuando ella doblara aquella calle él aparecería, como de la nada, sin dejarle tiempo para reaccionar; sacaría la navaja y la clavaría sin compasión doce veces a la altura del estómago hasta dejarla tendida en el suelo sobre un charco de sangre. Después huiría tirando el arma en una alcantarilla cercana.

No sabía qué hacer. Ella avanzaba sobre unos finos zapatos de tacón, con ritmo acelerado, escondiendo algo bajo una gabardina que parecía de hombre. Las gafas oscuras no conseguían la función de enmascararla, más bienlo contrario.

Él se mantenía agazapado tras el saliente. Miraba la hora, con gesto nervioso o tal vez de una forma automática.

Ni un sólo ruido en la calle, tan sólo unos zapatos avanzando por el empedrado. No sabía qué hacer, intentaba incorporme pero no lo conseguía. Sabía que el momento estaba cerca, aunque se alargaba en un interminable tac, tac, tac de tacón-piedra.

No pude más, estaba muerto de sueño y la había visto por lo menos un par de veces. Apreté el botón rojo del mando y me fuí directo a la cama.

Abrazos

18 de julio 2008

Sabía lo que ocurriría en cuanto la abrazara; siempre pasaba lo mismo. Había probado todo tipo de estrategias amatorias y puesto en práctica los consejos de sus amigos, pero indefectiblemente tras el primera abrazo ellas caían dormidas en la cama poniendo el cierre a cualquier posibilidad de sexo.

Aquella noche, como tantas otras, la observaba dormir a su lado, rendida a un sueño apacible, desnuda, en su cama. Aquella era especialmente guapa: un largo cabello rubio caía desordenado a ambos lados de la almohada y sus pechos aún excitados se intuían bajo las sábanas.

Morfeo imaginaba, una noche más, cómo sería el sexo tras ese primer abrazo.

Published in: on agosto 7, 2008 at 12:33 am  Deja un comentario  
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La realidad

23 de abril 2008

Se había acostumbrado a vivir en sueños. Literalmente. Llevaba más de veinte años en los que cerraba los ojos y vivía su vida. Al principio se sentía confusa entre el mundo en el que vivía de carne y hueso y el otro que existía en su mente, pero con el tiempo las cosas habían cambiado. Cada día el mundo real era más difuso y lo percibía detrás de una nebulosa, y el otro, el que habitaba en su cabeza había cobrado todo el brillo y realeza que iba perdiendo el primero. Ya no sentía vértigo de vivir en dos realidades, ya no necesitaba cerrar los ojos para vivir esa vida, ya lo tenía claro. Su vida le correspondía y la vivía allí. Se había casado, hacía años, en ese mundo, con un chaval que conoció un día paseando por el paruqe, enfrente de la casa que se había construído en su mente. La que cumplía todas sus expectativas, la que le hacía feliz. Y su marido era el hombre que toda mujer siempre anheló tener. Al menos ella sí. Había momentos malos, como no, los creaba para evitar la sensación de irrealidad y para apreciar con mayor intensidad los buenos momentos. Pero siempre se resolvían, felizmente. Y tenía dos hijos, una niña preciosa que se parecía a ella y un chaval nacido dos años después para contentar también los deseos del padre. Dos era también su ideal.

¡Qué más podía pedir del mundo! Para ella ese mundo en su mente -en el que vivía no sólo de noche, sino a cualquier hora, en casa, en el trabajo, mientras paseaba- no era un espejismo, era su realidad. El otro, el vulgar mundo de carne y hueso no era de ella, era un mal físico que había que aceptar. Intentaba relacionarse lo menos posible en el mundo de fuera, lo básico para cumplir con sus necesidades más básicas de alimentación y trabajo, pero nada de amigos, ni sentimientos, ni expectativas, ni deseos. ¿Para qué? si ya yo tenía todo. Vivía feliz.

El problema llegó cuando Juan, su compañero de trabajo, en la oficina de patentes, le pidió la mano. Se había enamorado de ella y le proponía matrimonio.

Published in: on abril 25, 2008 at 11:56 am  Deja un comentario  
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