23 de mayo 2008
-Pues chica, hay alguna que te pilla así de jevi sin saber por dónde vino. -En la despedida hablaban de depresiones, después de una tarde juntas.
Eran amigas de toda la vida y salían a pasear, ellas solas, los jueves por la tarde. Hablaban ,entre otras cosas, de depresiones, psicólogos, tratamientos, ansiedad,… Y siempre en tercera persona: lo que le ocurrió a la nuera de mi vecina, a la hermana de la del quinto, o a una amiga de una amiga de una amiga. Las dos sabían que era una forma de hablar.
Subían por Gran Vía, mientras veían algún que otro escaparate con moda primavera, hablando de neurotransmisores, serotonina y linfocitos. A su manera.
– Chica que se te quedan pelás de hormona las células y ahí te vienes abajo. -argumentaba una de ella.
Habían estado en el Rodilla tomando un sandwich de queso con tomate mientras comentaban lo de la Sole: trsiteza, decaimiento, irritabilidad -hacían un repaso de los síntomas clásicos- , depresión endógena sin duda, concluían, como si hablase su psicoterapeuta.
Y terminaban minutos antes de la despedida con farmacología, como si hablasen de recetas de cocina.
-Dicen que la venlafaxina va muy bien, aunque como la reboxetina o la fluxetina de toda la vida no hay nada.
Las dos sabáin lo que no decían. Las dos sabían que ambas habían estado en tratamiento, que llevaban más de cuatro recaídas, dos bajas laborales y un intento de suicidido. Las dos sabían que estaban saliendo de lo más difícil, después de semanas de tratamiento. Las dos sabían que el hablar en tercera persona era una formalidad que habían inventado hacía años. Las dos se marcharían a sus casas, reventadas de andar y de hablar. Y las dos, antes de meterse en la cama, se tomarían media de Prozac, por si acaso.