29 de septiembre 2008
Odio esa terrible sensación de saber que ayer justo tenía una estupenda historia que contar y hoy se me esfumó. Me ocuure con bastante frecuencia. Ese momento justo de duermevela cada noche se convierte en tremendamente creativo y surgen decenas de posibles historias, relatos, microcuentos y hasta la estructura, estoy seguro que alguna vez me habrá pasado, de una novela. Pero también es justo ese momento en el que estás tan completamente maltrecho, tan imposible de reanimar, tan apartado de tu yo más consciente, que te dejas arrastrar poco a poco, como en un dulce suicidio de muñecas rajadas en agua tibia -siempre me pareció el suicidio más literario- hasta los brazos de morfeo, que te atrapa, te engulle y no deja que termines de ordenar ese último gérmen de relato que, justo en ese preciso instante, estabas colocando en el estante de las ideas para guardar para el día siguiente (justo cuando me levante por la mañana lo hago), pero vas perdiendo el fulle, y la consciencia, y ya no eres dueño de tí, y te vas, y no vuelves.
Y a la mañana seguiente te levantas tan estresado a las siete, la ducha, los desayunos de los niños -por dios que no llegamos, que se va el autobús- la mancha de mantequilla en la comisura de los labios, y el puto 149 que se está marchando justo en el momento en que llegas con los tres uno a uno en fila india como en el mundo de nunca jamás, y esperas, y llegas al cole por los pelos. Y luego a la oficina y ocho horas que pasan porque el tiempo avanza en una dirección inexorable pero que hay momentos que no sabes por qué se estanca y sales y corres y llegas de nuevo a casa y unanueva historia, y un nuevo reto y la aventura de un nuevo día más que se diferencia del anterior en que es un nuevo día más. Y pasas la prueba y de nuevo te encuentras frente al protátil pensando en esa puta historia que se te ocurrió hace ahora casi 24 horas y que no recuerdas por qué se te ha olvidado si de verdad era tan buena, y ya no puedes hacer nada y no sabes dónde se habrá metido y aunque ya sepas la respuesta te preguntas otra vez, dónde irán los relatos que se fueron perdiendo por el camino.