23 de septiembre 2008
Estoy seguro que es un cabrón. Que la quiere matar, que la obliga a hacer las cosas que ella no quiere, que cada mañana le dice: puta, si te vas de la lengua te la corto. Parecen felices así, cogiditos de la mano al salir de su casa, con esas niñitas rubias que seguro él le obligó a tener. A la fuerza. Seguro. Él la maltrata y la obliga a hacer como que es feliz para que los vecinos creamos que son una pareja perfecta, que se quieren, que se aman. Pero estoy seguro que esos gritos, en mitad de la noche, que ella intenta ahogar, no son de placer sino de dolor. Se que todo era una farsa, que ella sufría.
Mi amor, mi amor, mi amor, yo quiero lo mejor para tí. No estoy loco, como dicen esas putas de las vecinas. Los médicos me dijeron que ya estaba bien. No, no estoy loco; es que quiero salvarte de este animal. Es un capullo que no te quiere, que no sabe hacerte feliz. Se que me lo agradecerás eternamente. Aunque ahora grites y llores, y me pidas que no mate a las niñas. Y sigas abrazada al cuerpo de ese cabrón que acabo de matar.
Tremendo relato.
Idem… muy fuerte. Pero ya se sabe lo que pasa con las mujeres maltratadas: creen que se lo merecen, que cambiarán a como eran cuando los conocieron, que solo lo hacen cuando están tensos… son las mentiras que se dicen cuando tienen que disimular un golpe o una herida frente al espejo, que les devuelve la mirada triste y acusadora.