27 de octubre 2008
D’ B D B’ D’ B D B’ . Estaba a punto de finalizar; sólo le faltaba conseguir que la última esquina girase como las manecillas del reloj y lo acabaría en lo que podía ser su record, menos de un minuto. Lo había hecho decenas, cientos de veces, y decenas, cientos de veces había utilizado ese extraño algoritmo que aparentemente destrozaba toda la composición para, súbitamente, darle seis caras perfectamente compuestas en el último movimiento.
Sí, había pasado por esa fase decenas, cientos de veces, pero esta vez le atrapó algo en aquella combinación. No era más que una combinación entre las cuarenta y tres trillones de permutaciones posibles que podía realizar aquel cubo 3x3x3, pero había algo de especial en ella. O tal vez sólo eso, una entre 43 trillones de posibilidades -un cuatro y diecinueve ceros-. 43.252.003.274.489.856.000 permutaciones completamente distintas las unas de las otras. Realmente fantástico. Posiblemente nunca otra vez volviera a ver esa postura de colores a lo largo de su vida. Y fue realmente eso lo que le conquistó, la casualidad y lo efímero.
Olvidó el record y la perfección de las seis caras homogéneas de color, y dejó el cubo tal y como había quedado en la mesita. Aquella noche tendría un sueño entre 43 trillones de posibilidades.
Un minuto es lo que tardo yo… aunque mi record está en 40 segundos (Tuve mucha suerte, del tirón me salía todo, me ahorré unos 3 pasos)