24 de mayo 2008
Había dejado su música de Angels&Agony, de Animal Alpha y de Rabia Sorda en casa. Había dejado toda su ropa negra: su casaca satanic de terciopelo elástico, sus pantalones de vinilo y cremalleras, su cinturón de tachuelas, sus gargantillas, muñequeras y colgantes, su blanco maquillaje facial y hasta las lentillas de ojos de serpiente.
La verdad es que así, sin ropa, bajo el sol y en la playa no tenía mucha pinta de gótico y seguro perdía ese pálido tono de piel que había conseguido mantener durante dos años. ¿Qué dirían sus colegas si lo veían así? Un gótico es un gótico siempre; no es sólo un disfraz, es algo interior. Sería la comidilla en el Moscow, el pub gótico donde se reunían los fines de semana.
Lo sabía, pero se sentía bien. Por primera vez en los últimos dos años se sentía vivo. Tremendamente vivo. En la playa y con aquel ridículo bañador de florecillas.
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