9 de mayo 2008
Hacía calor aquella noche de mayo en París. La rue Pierre Senard, tranquila, como era costumbre a esa hora; tal vez el eco de alguna conversación lejana en alguna ventana de la típica casa estilo Haussman -molduras, chimenea y madera. Estaba en el ático, en la tumbona, disfrutando de una noche de estrellas impresionante.
El día había sido largo, fabulosaente largo para pasear por la orilla del Sena, por las islas de la ciudad y San Luis y para disfrutar por la tarde de una sesión de arte moderno en el Pompidou. Intentaba respirar la grandeza de aquella ciudad, la opulencia exquisita de aquella ciudad de galletas de lavanda y violeta; cerrar los ojos y respirar el aire aterciopelado de la primavera parisina. Envolvía su cabeza en gasas y sedas para no pensar en que al día siguiente había prometido a los niños visitar Eurodisney.
Deja una respuesta