16 de febrero 2009
Muchos años más tarde, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel tuvo miedo; uno de esos miedos -si es que se pueden hacer categorías en los miedos- incontrolable que rozaba lo más profundo de su ser, donde el hombre ya no es hombre sino animal; un miedo de esos que te hacen temblar sin remedio, sin quererlo, sin hacer caso a tu voluntad. Tantas veces estuvo acariciando la muerte y nunca como ahora podía sentir su aliento tan de cerca. Temblaba no sabía sin por sentir cerca el fin o por aquel indigno miedo que era incapaz de dominar. Intentó apartar su pensamiento de la escena y comenzó a capturar de algún remoto lugar de su mente las imágenes de Arcadios, Aurelianos, Úrsulas y Petras en descendencias múltiples y aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo.