20 de julio 2008
Amaneció tirado en el suelo. Abrió los ojos y el brillo de mediodía le dañó los ojos. Se sentía confuso y no pudo reparar hasta pasados unos segundos que era el teléfono lo que le había despertado. Dejó de sonar y empezó a ser consciente de lo que hacía allí. Tres cajas de Sinogan 25 en el suelo, todos los blister abiertos y una botella de Johny Walker a medias. El teléfono comenzó a sonar de nuevo. Intentó incorporarse, pero le dolía todo el cuerpo. Un olor ácido a vómito derramado por la camisa le revolvió de repente las entrañas. Riiiing, riiiing.
Alargó el brazo y desgarró el teléfono de la base- ¿Si?
– Hola, Miguel?; soy Rosa de la ofi. ¿Estás bien? Como no llegabas me preguntaba si no estarías indispuesto o qué. ¿Te acuerdas que hoy teníamos la reunión con los de la agencia? -no daba oportunidad para la respuesta.
– Sí, ya, Rosa. Lo sé. Me siento algo mal esta mañana. Dile a Juan que tal vez hoy no llegue, que mañana regreso.
– Ok, ¿necesitas algo? En serio, dime si quieres,…
– No Rosa, gracias. Estoy bien. Tan sólo me levanté un poco cansado. Anula las reuniones de hoy para mañana.
Nada más cortar el teléfono no pudo contener un lloro amargo. Como de otra vida.