17 de marzo 2009
Nunca se encontró a si mismo; nunca llegó a ningún sitio. Corría a cualquier hora del día como quien pierde el autobús, la vista fija unos metros por delante. Era una presencia cotidiana en la ciudad, aparecía por cualquier esquina. Nadie nunca le preguntó dónde iba. Nadie nunca le vio descansar. Un buen día desapareció. Para siempre. No quedó nada.