17 de febrero 2009
La verdad es que no se por qué salí. No entendía un carajo lo que aquel escocés decía -pensaba que no había nada peor que un australiano; me equivocaba- hablando de liderazgo, de los cinco escalones, o cinco fases, o cinco nosequé -tal vez hablaba de otra cosa y no me estaba enterando. Sí, eso es verdad, no me estaba enterando nada de aquella sesión; me dormía literalmente, después de un día duro de cifras, inversiones, retornos, gráficas y prospecciones a cinco años. Era eso que llamaban un external speaker y podía haber estado bien, sino fuera porque era escocés. Y porque llevaba ya dos días en mitad de ningún sitio, en una especie de castillo perdido en un lago en la mitad de Holanda, aguantando una media de ocho sesiones por día, de sol a sol. O tal vez debería decir de nublado en nublado; menos 5 grados y un 95 por ciento de humedad en el ambiente.
La cosa es que pidió voluntarios. Acercó tres sillas al centro de la sala y pidió tres voluntarios. Let me make an experiment! Y me levanté; me dije: qué carajo haces levantándote si no tienes ni idea de lo que habla este tipo. Pero, no se si por el cansancio o para evitar caer profundamente en letargo, levanté la mano y me acerqué a las sillas. No me acuerdo qué me dijo, tan sólo que al final acabé con un paquete de Toblerone como premio.
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