30 de enero 2009
Tenía sólo 17 años. Sentía que todo se había acabado. No pensaba en la muerte, ni en un final físico de su existencia. En cierta forma aquello le hubiera reconfortado. No; sentía que todo había acabado aun sin empezar; el mañana era una prolongación forzada de un proyecto fallido, sin deseos ni proyectos. Avanzaba sin saber hacia dónde por pura inercia. Y el futuro se le presentaba como una repetición vacía del día anterior.
Deja una respuesta