29 de enero 2008
Nadie la echó en falta. A los seis meses alguien preguntó por casualidad en el patio por doña Herminia. ¿Cómo andará? Es verdad que no se le ve desde hace tiempo. La pobre, si es que ya no sale de casa. Y ¿los hijos? Tampoco viene ya ninguno. ¿Le habrá pasado algo?
Tardaron otros tres meses en descubrir que doña Herminia había muerto hacá casi un año, un noche sin hacer ruido como era ella. Los de la inmobiliaria habían colgado e el balcón de su habitación un cartel de «En venta».
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