1 de didiembre 2008
Sin duda se bajaría en el próximo transbordador que le puediese llevar a algún lugar conocido. Llevaba poco menos de cinco años luz de viaje y ya no aguantaba a aquel camionero que le miraba las tetas mientras masticaba con la boca abierta un sandwich de sardina deshidratada. Conducía un Orión de ocho toberas de fisión, con algún extra tunning de dudoso gusto, y se dirigía a NF-11. Después de la Rebelión cada vez era más difícil que alguien te recogiese y te subiera a bordo; cada día se oían casos de gummies que utilizaban formas humanoides para desvalijar a los correos de transporte. Odiaba a los camioneros espaciales en camiseta de tirantes pero no tenía mucho más donde elegir; había estado más de tres horas haciendo autostop en aquella estación orbital. Tras los monitores de la central de carga un almanaque anticuado de 2184 dibujaba un holograma barato de una androide casi desnuda. Sabía que el viaje no iba a ser fácil.
-Parece que las cosas no están muy bien por Orión, he oido decir -masculló con la vista perdida en el infinito estelar.
Corto relato lleno de imaginación estelar. Como en la tierra… las cosas no parecen estar bien, por cosas quizás no muy diferentes. Saludos.
Me encanta, tiene cierto aire a Futurama 🙂
Felicidades!
Desde luego que no, dicen que por ahí cerca hay naves ardiendo…o lo dijo un rubio muy rubio a un moreno con sombrero de cuero y látigo castigador.