23 de noviembre 2008
Bajaba por San Andrés, la vista baja, como buscando algo en las losetas grises que formaban la acera hasta llegar a la plaza. Susurraba algo entre dientes.
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– No se lo que quiere; por mucho que me pregunto no se lo que puede querer. Quiero que me cuente lo que hay detrás de todo. Cuando llegue a la plaza se lo digo, directamente, no puede seguir jugando conmigo así.
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Intentaba aclarar sus ideas. Saber por qué ella le citaba una vez más. Ella le esperaba tomndo un te con limón sentada frente a la ventana y le diría que aquello, aquello que habáin llamado sin serlo, su relación, había terminado. Él andaba cabizbajo, mirándose los zapatos, intentando encontrar un motivo que no fuera aquel para la cita de urgencia. Antes de doblar la esquina con la Palma un coche, excesivamente rápido, excesivamente despistado, acabaría con su vida. Quince metros escasos de la plaza.
… y eso es un ejemplo de que no debemos callar cuando hay algo que decir. La vida es corta. Saludos.