Agujeros

22 de octubre 2008

Fueron caer las primeras gotas de lluvia y comenzaron a correr pequeños regueros de agua por la calle. Las gotas se estrellaban contra los adoquines, plaff, plaff, y se deshacían en miles de pequeñitas moléculas hídricas. La gente sacaba los paraguas y empezaba a correr -es absurdo lo que la gente corre cuando llueve, yo creo que cuanto más rápido vas más gotas te tocan-. Pero bueno, la cuestión es que empezó a llover así de pronto, brooom, los truenos tronaban por doquier y los rayos rayeaban segundos antes. Se formaron pequeños riachuelos por el asfalto que iban desembocando los unos en los otros, formando corrientes de afluentes, subafluentes, corrientes principales y secundarias, hasta formar pequeños charcos, como metálicos topos repartidos sin mucho concierto.

La cuestión es que en la calle en cuestión se cruzaron los elmentos en cuestión produciendo un raro fenómeno que hizo que uno de esos pequeños laguitos se convirtiera en otra cosa. Por más vueltas que le doy no se cómo se le podría denominar a aquella mancha de, más o menos, metro de diámetro y escasamente un centímetro de profundidad; llamémosle charco. Charco raro aparentemente normal. Una figura atravesaba a paso ligero la calle sin prestar especial atención a la lluvia; llamémosle personaje principal ensimismado. Y fue algo realmente sorprendente. Y digo sorprendente porque a mí me dejó con la boca abierta y creo que, aparte de él, fui el único testigo presencial de lo que allí ocurrió: El personaje principal ensimismado pisó, o introdució el pié en el charco grande que se había formado justo en la mitad de la calle, y fue visto y no visto. Como por arte de magia el señor fue engullido -literalmente- por aquel charco de agua. Llamémosle a causa de un raro fenómeno espacio-tiempo-hídrico. Desapareció. Completamente.

Al día siguiente, cuando su familia pudo dar fe de la desaparición real del pobre señor, se montaron los Dispositivos Especiales. Efectivos de la Unidad de Dispositivos Especiales rastrearon hasta el último rincón de la ciudad intentando en vano -y digo en vano porque aunque la intención y el esfuerzo era meritorio, poco podían hacer en superficie- encontrar el cuerpo vivo o muerto del vecino. Tras 21 días de duro esfuerzo, de retratos robots y de haber inundado el barrio con la foto del afable señor ensimismado, la dotación especial del cuerpo de Dispositivos Especiales de la Villa dieron por acabadas las investigaciones y abandonaron la búsqueda. Abrieron una ficha tipo del registro de personasdesaparecidasynoencontradas

Cuentan que apareció, así también de repente, 67 días más tarde en una calle desierta justo después de un gran chaparrón. Un poco confuso según parece.

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  1. muy interesante, buen estilo.


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