3 de octubre 2008
-Vamos, cada vez amanece más temprano. Entremos.
Evitaban siempre ir tan justos de tiempo pero la noche había sido fructífera, había conseguido cuatro sanguijuelas y, aunque sabían que se la jugaban, se habían dejado llevar.
La casa, de puertas y ventanas tapiadas con tablones hasta la última grieta, se encontraba en el centro de la finca, convenientemente rodeada y oculta para las miradas indiscretas. Ofrecía, un resguardo tranquilo donde poder dormir cada mañana.
Todo se lo debían al líder. Él fue el primero. El que compró aquella casa, reunió a los primeros y formó la Comunidad. Él les proveía de resguardo y seguridad. A cambio sólo pedía fidelidad, discreción y la presentación de algún nuevo miembro. Ya eran cincuenta y tres. Posiblemente aquella noche alguna nueva sanguijuela se uniera al club.
El primer rayo despuntaba tras la colina. Y la noche acababa.
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