3 de septiembre 2008
Costaba apaciblemente el césped. Sí. Esa podía haber sido la descripción más realista de la estampa, para alguien que pasease justo en ese momento junto a su jardín y lo viese. Pafrecía que disfrutaba de aquella tarea y que no existía nada más alrededor. Las ruedas confort con desplazamiento especial lograban un desplazamiento suave. Unos cuarenta milímetros de cesped Ray Grass bastante maduro, plantado hacía por lo menos diez años. Utilizaba una helicoidal HD-340, último grito, para reemplazar a su antigua máquina rotativa, incapaz de cortad el césped a menos de dos centimétros de altura. La verdad es que nunca le gustó elcésped por debajo de los dos centímetros, pero le reconfortaba la idea de saber que tenía la mejor cortadora de césped del mercado. Utilizaba un motor de cuatro tiempos, con compartimentos separados para el aceite y el agua y se pasaba casi media hora revisando los niveles de ambos.
Podía pasarse así toda la mañana. Primero rasuraba con esmero el césped, afeitataba los viejos setos y quitaba siempre al final, justo antes de pasar el rastrillo para recoger todo, la hojarasca de los árboles grandes de la parte trasera.
Normalemnete ocupaba tres horas en la tarea pero hoy llevaba casi cuatro.
Parecía que disfrutaba con esa tarea. Parecía. Para alguien que pasease justo en ese momento cerca de él. Pero que no supiera nada más. El resto sabíamos que pasaba tantas horas en el jardín para mantener la cabeza ocupada en algo. Para no pensar en lo otro.
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