6 de agosto 2008
Le ofrecieron elegir entre dos deseos: o viajar por el tiempo o por el espacio. Eligió el tiempo, cincuenta años por delante. Sabría lo que ocurriría tras su muerte, conocería a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Sabría en qué se habría equivocado su generación y cómo sería el mundo que dejaría a sus nietos. No sólo conocería sus equivocaciones sino las que cometerían sus hijos. Comprobaría cómo sufrirían los hijos de sus hijos aquello que todavía no había ocurrido. De repente pensó que tal vez no existiera nada en cincuenta años. Lo sabría todo, aunque no podría hacer nada para evitarlo.
Pensó que no podría superarlo. Y pidió cambiar su deseo: solicitó viajar lejos, lejos, por el espacio.
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