24 de julio 2008
La princesa acercó suavemente sus aterciopelados labios a la rana. Cerró los ojos, soñando con un príncipe de anchas espaldas y rubios cabellos. Tan sólo fue tocar los labios y obró el encanto, zasss: la princesa se convirtió en un bello anuro de largas patitas y verdes ojitos.
– Ahora te jodes -pensó la rana- republicana hasta las ancas.
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