27 de mayo 2008
Despedía el programa de esa noche, tres horas de radio fórmula como cada noche; tres minutos para el cambio de turno.
«He roto todos mis poemas, los de tristezas y de penas,…»
– Pues hay que vivir la vida plenamente, y no dejar que se te escape entre los dedos -Enlzaba con la letra de la canción anterior.
Se llamaba Marta y llevaba trabajando en la radio, en el mismo horario en los últimos tres años. Un canción tras otra. Un éxito, un recuerdo. Presnetaba, enlazaba y despedía la siguiente. Lo hacía casi de forma automática, cuadrando enradillas de las canciones. Tres horas al día daban habilidades.
Intentaba estar positiva, simpática, tal vez un poco acelerada en ocasiones. Por dentro estaba destrozada. No podía más, después de las últimas dos semanas. Mientras cargaba la siguiente canción, preparaba jingles y publicidad, lloraba. Dos minutos y medio y volvía a ser la Marta feliz, locutora de radio.
«Ayúdame y te habré ayudado, que hoy he soñado en otra vida, en otro mundo, pero a tu lado.», sonaba en antena, mientras ella se sonaba los mocos.
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