20 de mayo 2008
Notaba como el mundo se estrechaba. No era una sensación mental, el mundo realmente se estaba estrechando y nadie parecía darse cuenta. La primera vez que se fijó en que algo ocurría paseaba por la calle y notó como el balcón de una casa le empujaba en la manga de la chaqueta. Cualquiera no le hubiera dado más importancia pero él era distinto. Empezó a hacer seguimiento cada día, iba midiendo cada mañana el espacio entre ls árboles y la calle, entre ésta y las bocas de riego, entre las bocas y las alcantarillas, el ancho y largo de cada uno de los adoquines de la plaza. No había duda: cada vez el espacio era menos, y no sólo eran las calles todos los espacios, el metro, las cabinas de teléfono, todo lo que existía menguar. En las calles podía tocar ya las paredes de las casas stuadas a ambas aceras con sólo alargar los brazos y en su casa las paredes se juntaban de forma que los espacios se deformaban hasta el límite: desapareció el baño y la cocina y el salón era ya poco más de una caja de cerillas. Todo estaba desapareciendo y la gente no se daba cuenta. Daba dos pasos y cuando se volvía descubría que una pared casi le rasgaba la nuca. Buscaba espacios abiertos para evitar la sensación de opresión, pero no había lugar que escapase del fenómeno.
La situación iba a más y su mundo cada vez se concentraba en menos, hasta que todo formó un pequeño puntito de luz que se fue estrechando hasta tanbién desaparecer.
Cuando ya no había nada, despertó súbitamente. Nada más abrir los ojos cuando se dio cuena que todo… no había sido un sueño.
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