5 de mayo 2008
Había pasado más de un año de su desaparición. Y ahi estaba. Mi Ipod nano. Sobre la mesa del escritorio, como si no hubiera pasado nada. Después de mis búsquedas, de haber revuelto media casa buscándolo, de haber preguntado a familia, compañeros y desconocidos por él. Después de haber llorado su ausencia y haber cubierto su vacío por un nuevo Zen.
Lo agarré e instintivamente le di al play. No me podía creer lo que escuchaba: la discografía completa de Charlie Parker. Puedo jurar que yo nunca las cargué. Es más odio a Parker y jamás me hubiera grabado ni una sola de sus canciones. No pude evitar pensar en la rebelión de las máquinas.
Pero lo acepté; acepté su libetad, su vida y sus gustos. No le pedí más explicaciones.
Deja una respuesta